Jue. Abr 25th, 2024

    (CNN Español) –– Ester y Mónica son algunas de las tantas madres que buscan a los niños de los que huyen solas al nacer.

    “Me tapé la cara, me tiré hacia atrás, me sujeté con la fuerza de la camilla y cuando pronto pude soltarme, ya no era ni el bebé ni el médico que me había atendido”, recuerda Ester Hublich. Carrera 1978 y fue parte de su segundo hijo, al que busca desde entonces.

    “El bebé lloraba, si se movía era vital y este bebé no estaba muerto. Y alcance a ver que era un varón bien morochito, mi vida, y lloraba. Y siempre decidí llorar porque sabía que nos íbamos a separar”, relata Mónica Ruz, quien ahora tiene 70 años y busca a su hijo desde 1971. Le dijo que su hijo se había caído después de dar a luz, pero años luego confirmé, a través de un testimonio familiar, que estaba vivo.

    La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), creada en 1992 a pedido de Abuelas de Plaza de Mayo para buscar a sus hijos sustraídos durante la última dictadura militar (1976-1983), lanzó la campaña “Mamás que Buscan” que amplía su labor: ahora también convoca a quienes buscan a sus familiares y cuyos casos no están relacionados con este régimen para ayudarlos a recuperar su identidad.

    “Fuimos a ver que el robo y tráfico de niños, la venta, el despojo, como si quisiera llamar, de los hijos de los desaparecidos, como de los hijos de mujeres pobres, soles y menores de edad, transitaba muy parecido huellas”, explica Claudia Carlotto, directora ejecutiva de Conadi. “Por fin hemos conseguido equipamiento, estructura, recursos y una campaña como la que estamos haciendo ahora para convocar a la sociedad a que cualquier madre que haya quedado lisiada o separada de su hijo al nacer o por un tiempo de vida, pueda acercarse a nosotros para acompañarlo y poner al servicio de estas realidades toda la experiencia de estos 30 años de trabajo por el derecho a la identidad de la Conadi”.

    Así comenzó a sistematizar un trabajo que hasta ahora muchas veces era fruto de otras búsquedas: en la forma de encontrar a los niños sustraídos durante la dictadura, lograrán restituir la identidad de más de 2.000 personas que no eran hijos de desaparecidos, según a ellos

    Madres e hijos en busca de

    Judith Alexandre sintió que quien debía ser su madre no lo era. Con el tiempo, deduje que era adoptado y comencé a buscar sus verdaderos orígenes. “Es una búsqueda muy larga que me ha acompañado toda la vida, porque desde muy pequeño sentí que algo estaba ahí. Mi madre tenía 44 años cuando yo era niño y mi padre tenía más de 53. Llevaban diez años de casados, estaban en lista de adopción legal, en lista de espera y pensaban que ningún hijo daría un hijo por su padre. Y de alguna manera alguien hizo el contacto, dijo ‘aquí tienes la posibilidad de un bebé recién nacido’, tuvieron que poner plata, pero lo tienes con papeles y todo está ahí. Y así me compraron y me lo trajeron”.

    Como nació en 1977, Judith creía que podía ser hija de desaparecidos. Por eso, en 1997 había dejado su sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos, que recogía información sobre los familiares de los desaparecidos.

    Pero no tuvo resultados, si no tuvo nada que ver con los secuestros de la dictadura. Y tu madre biológica estaba viva. Años después, supongo que la estaba buscando.

    “Ya hace más de 20 años… con lo que espero que se dé esta llamada, soñada, en la primera década de ‘te llamamos para decirte que encontramos’ ya era muy remota, era imposible. Había descartado esa espera”, explica Judith, pero agrega, entre risas: “Y bueno, me llaman de la Conadi: encontré a tu mamá ya tu hermana, dime. Tal como dije, comencé a no entender nada más en el mundo”.

    Judith, que para ese tiempo ya tenía cuatro hijos, supongo que en el suelo tendría madre, si no fuera por las hermanas. Todos se conocen inmediatamente en los talleres de Conadi al día siguiente de esta convocatoria.

    “El abrazo de mamá para mí fue muy fuerte. Me miré y acaricié mis manos, como mirábamos a las madres de los recién nacidos. Eso fue muy, muy fuerte”, recuerda emocionada mientras muestra fotos con su mamá Adriana. El aspecto físico de ambos es notable y de carácter, destaca también Judith.

    “Cuando mi mamá me habla, le digo ‘hija, pregúntale todo lo que quieras saber’, que era todo lo contrario a lo que había vivido hasta entonces. Era ‘no preguntes’, ‘¿qué te falta, que te hice?’. Y desde entonces comienza otro capítulo, mi vida se transforma. La madre de mi hijo había muerto meses antes, en noviembre y en agosto nos reencontramos: yo no pasé ningún Día de la Madre sin madre (N. de R: en Argentina se celebra en octubre). Es muy loco, muy fuerte y muy hermoso porque siempre quiero encontrarlo”

    Las madres, eje de la campaña

    La campaña de Conadi se enfoca principalmente en estos “Buscando Senos” porque la desproporción es enorme: hay más de 15.000 niños buscando sus orígenes, pero sólo 500 madres tratando de encontrarlos.

    “El patrón es joven, pobre, único. Sin freno de nadie, sea social, familiar o económico, que no pueda quejarse, que tenga miedo, que no tenga la oportunidad de acudir a un abogado”, explica Carlotto. Además, añade, muchas veces hay sentimientos de culpa por haber dejado a sus hijos, a pesar de que se han visto obligados a hacerlo.

    “Tal vez cometí el error de enamorarme y pasar vergüenza, pero no quería que dejaran a mi bebé”, dice Mónica, quien su familia intentó separarla de su prometido y quitarle a su hijo. “Me dijeron ‘él no te quiere. No te busca, no te llama y no podremos criar a este bebé. Es una pena para nosotros que te hayas avergonzado’”, informa.

    “Había clientes que habitaban por encargo de un producto y una red criminal, en la que el Estado, por acción u omisión es partícipe necesario, se dedica a robar bebés a pedido y traficar con ellos, ¿no?”, dice Ester.

    Le dijo a Esther que su hijo había nacido muerto, pero nunca dieron un certificado y los médicos admitieron que el cuerpo había sido incinerado. 37 años después, tras ver testimonios en televisión de madres que habían pasado por la misma situación, volvieron a la clínica para intentar, de nuevo, corroborar que su hijo había nacido muerto, pero todas ellas se encontraron ante unos documentos plagados de irregularidades. . Fue entonces cuando comenzó su búsqueda.

    “En el caso de estas nuevas situaciones, debemos tratar de obtener la mayor cantidad de información posible de cada uno de los casos y cruzarlos en una base de datos que es compleja y sofisticada porque tenemos que hacer un ‘match’ y luego llevar a cabo entre estas coincidencias de ese personaje que busca y esta mamá que también reclama un análisis genético 1 a 1, para ver si finalmente encuentran el no”, explica Carlotto.

    Ese trabajo, dura, lleva mucho tiempo y es muy difícil, principalmente porque trabajas en pactos de silencio y mucha mentira.

    Sin embargo, a diferencia de la búsqueda de niños desaparecidos, estos casos tienen una ventaja: se pueden resolver con un análisis de ADN mitocondrial 1 a 1 de la madre y el niño.

    “En esta situación está la generación de las madres. El índice de prosperidad requiere una gran cantidad de miembros de la familia. Había familias que, por no ser sacerdotes y por la caída de uno de los abuelos, necesitaban entre 15 y 20 personas para recuperar al desaparecido. Una reconstrucción mucho más compleja”, explica Carlotto.

    “Es muy fuerte el verme reflejado en mi mama, que con mi madre de crianza estaba todo bien. Yo la amaba, no es que no quisiera, pero hay algo del reflejo del famoso espejo con ella que pasé del taller de Conadi, que con mi otra madre nunca había podido vivir. Te he visto en mis hijos”, relata Judith, para quien, a pesar de esperar más de 30 años, la historia tuvo un final feliz.

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