Dom. Abr 21st, 2024

    (CNN Español) — “El 20 de noviembre, a partir de las seis de la tarde, todos los ciudadanos de la República tomaremos las armas para arrojar el poder a las autoridades que actualmente nos gobiernan”. Éste llamó de Francisco I. Madero marca lo que se considera el inicio oficial de la Revolución Mexicana, en 1910, el movimiento que le quitó el poder al dictador porfirio diaz y modeló al México de la modernidad.

    La Revolución Mexicana comenzó con el objetivo de poner fin al régimen de 30 años de Díaz. México atravesaba entonces una penosa situación política y social. Uno de los mayores problemas fue la propiedad de la tierra: estaba concentrada en manos de unos pocos, mientras que la gran mayoría de los trabajadores rurales y urbanos padecía condiciones infrahumanas.

    Porfirio Díaz, reconocido entre otras cosas por su impulso a la infraestructura, tuvo que implementar reformas legislativas que permitieron a empresas extranjeras apoderarse de «tierras baldías» pertenecientes a campesinos e indígenas, entre otros grupos. Si creó grandes latifundios.

    Esto se deshace por las duras condiciones de los trabajadores. “La situación de los trabajadores del campo y la ciudad era precaria: tenían turnos de 14 a 18 horas, salarios bajos, no había beneficios, no había descanso semanal en días festivos y estaban eternamente endeudados en las tiendas de raya, entre otros aspectos”, explica la Universidad Nacional Autónoma de México.

    La tienda de raya era el almacén de las haciendas donde se vendían mercancías a los trabajadores de las fincas agrícolas a cuenta de sus salarios. Los trabajadores agrícolas estaban obligados a comprar en estos establecimientos.

    En las peores condiciones desaparecía el uso excesivo de la fuerza, ya que en los casos en que los trabajadores quisieron manifestarse “fueron brutalmente reprimidos”, según reseña el Estado de México, que recuerda como ejemplos el asesinato de trabajadores durante Huelgas. de Cananea y Río Blanco, en 1906 y 1907, respectivamente.

    Restaurar la tierra y mejorar las condiciones de trabajo fue clave para la revolución.

    En 1910, Madero huyó a San Antonio, Texas y lanzó el Plan de San Luis que abordaba el levantamiento contra el general Díaz. Para entonces, la apariencia de lo que luego se bautizó como Revolución Mexicana ya estaba más que sembrada. Y Madero fue uno figura fundamental de la lucha contra la perpetuidad de Díaz en el poder, lo que lo había llevado a impulsar un año antes la creación del Partido Nacional Antirreeleccionista, cuyo lema era «Sufragio Efectivo, Sin Reelección».

    Con el levantamiento comenzaron a aparecer guerrilleros en todo el país, entre ellos dos cuya fama trascendió con el crecimiento del territorio mexicano: Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa.

    El líder revolucionario mexicano Francisco ‘Pancho’ Villa (1878-1923) a la cabeza de una camarilla de rebeldes durante la Revolución Mexicana. (Crédito: Agencia de Prensa Actual/Getty Images)

    En mayo de 1911, luego de meses de lucha, los rebeldes lograron tomar Ciudad Juárez, en Chihuahua, y Porfirio Díaz se vio obligado a renunciar. Con las elecciones, en octubre de este año, Francisco I. Madero asumió la presidencia.

    “El movimiento revolucionario continuó durante los siguientes años con el descontento de las distintas facciones que lo iniciaron. Una de ellas fue Emiliano Zapata, quien al frente del Ejército Libertador del Sur se quejó con Madero de que lo ofrecía en términos de la devolución de tierras a comunidades indígenas y agrarias en el estado de Morelos; tanto en Chihuahua, en el norte, Pascual Orozco acusa al presidente de corrupción y traición a la patria”, explica el Gobierno mexicano en una reseña de la revolución.

    Desde el 9 de febrero de 1913, Madero sufre un ataque militar, que los historiadores llaman la «Decena Trágica». Fui arrestado y asesinado. Días después asumió la presidencia el general Victoriano Huerta. En oposición a Huerta, el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, creó el Plan de Guadalupe y formó el Ejército Constitucionalista. «Pancho» Villa Commandaba por el norte y Emiliano Zapata por el sur. La lucha armada logró la renuncia de Huerta en 1914.

    El movimiento armado revolucionario y los acuerdos políticos posteriores derivaron de la creación de la Constitución de 1917, considerada por el Gobierno de México como el fin de la Revolución Mexicana, aunque la lucha duró más tiempo.

    Cambios en la democracia mexicana

    Uno de los legados más relevantes de la revolución, según la UNAM, fue la ley electoral de 1911, que estableció por primera vez que los diputados y senadores federales eran elegidos por sufragio directo. En la época de Díaz, la elección directa en historietas de carácter local ya existía en algunos estados, pero no estaba generalizada.

    La ley de 1911 –que en realidad fue redactada durante la última legislatura de Díaz y promulgada por Madero– también reguló la participación ciudadana en los procesos electorales a través de partidos.

    Pero, sin duda, el gran legado jurídico del proceso revolucionario fue la propia Constitución de 1917, caracterizada por la UNAM como “una de las más avanzadas de su tiempo, precisamente por los derechos que incluía en materia educativa, en la recuperación, uso y usufructo de la tierra, donde las aguas, ríos, mares y montañas volvieron a ser propiedad de la nación».

    La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que sustituyó a la Carta Magna de 1857 y que hoy sigue vigente en el país, fue también el texto que materializó los derechos sociales y de los trabajadores de la patria.

    Esta constitución, sin embargo, no reconoció los derechos políticos de las mujeres, no bloqueó el voto, lo que sucedería a partir de la década de 1950.

    La educación es otro campo donde la revolución tuvo un profundo efecto, según los expertos. Josefina Zoraida Vázquez, investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, dijo en entrevista con Carmen Aristegui que el proceso “abrió campos” en la educación y permitió su universalización, mientras que, según datos del Estado de México, en el porfiriato el 80% de la poblacion era analfabeta.

    Además, el «nacionalismo revolucionario» impulsó el trabajo artístico, especialmente la pintura de murales a través de los cuales se proponía enseñar historia. Al respecto, recuerda la UNAM, pintores como Diego Rivera y José Clemente Orozco murieron a la corriente del llamado muralismo artístico.

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